viernes, 26 de noviembre de 2010

los unicornios que ladran 1



Se siente tan bien andar en cualquier dirección, y salpicarse uno mismo desde el cielo cuando se avecina una tormenta.

Me gustan tantas cosas en realidad, pero mis gustos han cambiado, o mejor aún, aquellas cosas han cambiado de estado, de forma, de tiempo, de espacio, las pelotas, la leche, los largos paseos por quebradas, las peleas en medio de los partidos de fútbol, y sobre todo el árbol de capulí que conservaba mi abuela hasta hace unos cuantos años, recuerdo incluso el olor a alquitrán de las calles azotadas por el clima y los viejos autobuses que también eran mi pasión, los cuerpos que deambulaban por todas esas calles eran figuras intermitentes, que con los días se encendían para darme luz, y por las noches se apagaban para dejarme descansar, las voces que me llamaban a medio día para tomar la sopa de fideo.

La plaza, el mercado, la comida, los eternos perros callejeros mirando con devoción los cerdos llenos de moscas adornados con lechugas y tomates calientes, muchas veces intentaba adoptar alguno para hacer más divertidas las tardes en los alquitranados parques del barrio.

el tiempo pasó y sencillamente todo a cambiado, el tiempo, el lugar, el espacio, y los perros, algunos incluso tienen ropa, quien lo diría, hasta perfumados, peinados, pintados, y hasta ahorcados, en los sitios más inhóspitos, o no! que inhóspitos ni nada, en cualquier campo, "pero cualquier campo puede ser un lugar inhóspito"

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