domingo, 29 de enero de 2012


A una hora de la tarde escuche un violín a la distancia, y caminé con lentitud, y estabas ahí con ese extraño gorro oscuro y llenando la calle con aquello, tengo que hablar de ti en algún sitio con alguien, preguntar por ti, saber algo más, pero no tengo nadie a mi alrededor, no conozco a nadie.
                                                                  (··)
y tu eres como una especie de felino, un fantasma que de repente sin más aparece con ese violín, una tarde salí a hacer no sé que demonios, y te vi, andando cabizbaja, con cierta prisa, y yo metiéndome en una especie de ficción, creándome una imagen abstracta, con tu instrumento, soñandote de las maneras más irreales.
hablándome a mi mismo de ti, preguntándome cuando te volveré a ver,  para escucharte.
para observarte mirándome mientras hablo para captar tu atención, para verte reír mientras digo tonterías ingeniosas, pero no apareces, y ayer precisamente salí de mi casa yo y mis dos ojeras y te encuentro a ti sola, sin tu violín, y tuve que preguntarte por él, por ti, inventar una escusa para volver a verte, y me huyes...
(malditas zanahorias)

Pero hay algo_*

cuando apareces de repente en esa calle, haces que ese extraño ruido de la gente sea algo hermoso, con tu figura constante y erguida en la multitud, probablemente no te vuelva a ver ahí, de pie, parada en medio de el movimiento, de tantos escaparates estridentes
eres una flor imperiosa en esta urbe extraña, en la invisibilidad de la música que sale de ese instrumento que descansa sobre tu hombro hay algo que debe de permanecer hasta que el tiempo lo decida
si pienso en ese sonido ignoro muchos que me circundan en ese momento, supongo que esta es una de esas imágenes que permanecen intactas a través de el tiempo, y hoy cuando llamé a tu puerta vi tus largos dedos tocarse rápidamente tu desordenado cabello y tus parpados cubriendo tus ojos mientras mirabas al suelo, y por un mínimo momento me miraste, y me fui...

2 comentarios:

  1. y como el azar de tiempo es realmente inesperado, teníamos que tener algo más en común a parte de de nuestros amados desequilibrios, y es tener una amiga, la que nos unió!
    y te volví a ver, en la oscuridad de tu sala, iluminada por un televisor ignorado, envuelta en una cobija roja y con los pelos enfrentándose los unos a los otros para seguir desordenados
    el mundo jamás comprenderá muchas cosas, entre ellas a nosotros

    ResponderEliminar