jueves, 11 de noviembre de 2010

oido

De repente se escucha una sugerencia, un hombre se aleja y olvida un largo instrumento hueco, y en un extremo una redonda esfera agujereada, el ambiente es húmedo y el humo de la habitación confunde el olor casi apagado de este oxidado instrumento, las risas suenan desenfocadas y débiles, los cuerpos arrojados se pintan con la roja luz roja, y puedo ver las ondas de mi silencio adentrarse al torso inmóvil de una anónima compañía.
afuera de vez en cuando se escucha la veloz sacudida de los autos advirtiendo su fuerza lejos de esta habitación, y todo permanece casi estático, infinito, los relojes olvidan su propósito y no atienden al tiempo, tiempo es una palabra ensordecedora.
miles de olores se chocan entre si y entre todos forman un aire tibio, que por momentos se encienden como pequeñas luciérnagas que se consumen, alejadas de entre si.
los cuerpos rendidos salpicados desordenadamente sostienen una mirada ausente, que como una marea los despierta por momentos una carcajada ronca y golosa.
es tarde, los perros como siempre ladran la noche, y todo son violines foráneos, somos indulgentes, no, somos sencillamente inmunes...
nada brilla en esta habitación, solo el bronce cuerpo de este largo instrumento, los cojines
ya conocen el secreto de las noches que se opacan bajo este espectáculo a cámara lenta, la austera quietud es propia de un deshabitado encierro acumulado, todo es menos violento cuando eras más que un testigo, pero soy el único que es consiente del carácter de esta noche...
                                           el demonio que habita en la lumbre de este instrumento

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