El tiempo, el reflejo de todo el universo visto en las calles está en una mirada, que es ese codigo por decifrar, en silencio, sin nada que decir, por decir.
Siento que no tengo nada que decir, todo aquello que aún no se ha dicho debidamente sea correcto o incorrecto es inútil, las palabras son palabras pero el silencio, el silencio advierte su propia ausencia, cuando las miradas parecen dos esferas comprimiendo palabras y más palabras es un silencio disfrazado, que es el silencio realmente, si es el vacío ignorado, los segundos sofocados en su propia tensión de soltar palabras.
se pinta todo tan efervescente, el fracaso del silencio, escuece a veces, describir por describir, por hacer del sueño algo tangible, por buscar más espacios por llenar con palabras, cuando no es necesario, cuando solamente cabe la aceptación de nuestro sencillo universo, de nuestra caja cálcica respirando al unísono con el tiempo que nos acepta sin palabras que inventar, realmente esa soledad, o esa paz es la que conserva intactos los muros que sostienen nuestra tranquilidad.
quizás, cuando seamos capaces de soportar el vació sin palabras, seríamos capaces de soportar nuestro propio vacío, sin injertos, sin presencias injustificadas, vacío no necesariamente significa no lleno, la transformación de vacío a universo, a pequeño universo.

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