martes, 16 de noviembre de 2010


sencillo, tan sencillo como la misma sencillez desvestida y arrojada a unas sabanas arrugadas, es realmente tan simple la devoción hacia la carne? al contacto ínfimo de la sudoración ajena.
quizás esa exploración desenterrada, sea solo la necesidad de evacuar en esos pliegues la absortación enfermiza que nos cura, quizás la equivocación entrometida que nos lleva y nos abandona kilómetros antes de donde siempre deseamos llegar, y acabamos olvidados en el lado opuesto del deseo, solos con nuestro silencio ingenuo.
En un mundo donde el instante es el único universo que simula una sola órbita, la del deseo, los poros, puede ser que el secreto como tal es la sencillez de la piel, del aliento caliente hablando sin palabras, la sola armonía de una mínima prenda, de un solo olor, de una mirada esquiva, de una mirada incierta, y como un niño que descubre el tacto y besa su objeto y apartado de su boca lo mira en la distancia para volverlo a degustar, no sabemos que mueve ese placer, la cúspide del éxtasis abandonada y extraviada en ese laberinto carnal?
talvez la distancia que ha transcurrido sin mostrarnos, o recordarnos como es la sensación de explorar esas cavidades?
es más simple aún, mas siniestramente compleja y simple a la vez.


 
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